viernes, 2 de mayo de 2008

Nº 24 ENTRE LOS ESCOMBROS


Se acercó a la valla sigilosamente y entró en la casa confundiéndose con las sombras. En realidad hacía tiempo que ella misma se había convertido en una fría sombra. Tanto que nadie se le acercaba, ni la miraba, ni la temía. Iba y venía por lo que quedaba de su barrio, en su cotidiano sobrevivir, cruzando de calle a calle por solares que una vez fueron edificios, partes del paisaje de su vida. Deambulaba casi todo el día, pasando de lo viejo a lo nuevo, saltando zanjas, esquivando obreros, aplastada por el ruido de las maquinas. Invisible, pedía unas monedas o rebuscaba entre la basura para poder pillar la que, desde hacia años, iba a ser la ultima dosis, antes de quitarse de aquella mierda y empezar de nuevo.
En su rostro se plasmaba el retrato de la vida en la calle. El pelo lacio y sucio que un día fue peinado con cariño, los pómulos marcados que nunca lucieron colorete, los labios, olvidados por la sonrisa, partidos por la ansiedad de la espera, la mirada extraviada en alguna parte que solo ella conocía. Perdida quizá, en los recuerdos de una infancia sencilla y feliz, en una juventud no tan lejana, llena de amigos cuya sombra no fue el cobijo adecuado. Las palabras que no quiso escuchar, las lágrimas que no supo secar. La pena y la culpa, el veneno arrastrándose cada día por sus venas. El infierno de haberse abandonado.
Al cruzar la puerta vio la maquina que pronto derribaría aquella casa y con ella todo lo que la ataba al mundo. La conocía bien, era su último refugio. De pequeña había jugado allí con aquella niña ¿Cómo se llamaba…? Daría lo que fuera por un trozo de aquel pan con chocolate.
Subió por la escalera y se instaló en el suelo de la buhardilla, junto a una ventana. Derrumbada sobre un viejo colchón, preparó a conciencia e iluminada por su última luna, aquel chute. Lo dejó a un lado y encendió un cigarrillo. Pensó en las veces en que podía haber dado marcha atrás, trato de contar sus momentos de felicidad, intentó convencerse de no cometer un error mas. No sentía frío, no sentía dolor. Tenía todo lo que necesitaba. Por una vez, y desde hacía tiempo, se sintió con valor y decisión para que esta si fuera, la ultima vez.
Nadie preguntó por ella, nadie la echó de menos. Con el tiempo pasó a formar parte de los que habrá sido de ella, adonde habrá ido a parar.
La realidad es una dura verdad, se puede intentar distorsionar, ocultar o teñir de colores. Pero eso, no es la verdadera libertad.
ILUSTRACION: ANGEL RODRIGUEZ

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