Pues si, me atreví a escribir un cuento. No se si gustó o no, nadie me lo dijo. Algunas personas me preguntaron cosas como si me había pasado en realidad, pero nada más. Por cierto, ¿tu que opinas?
AMOR AL SOL
Mire al otro lado de la calle y lo vi allí sentado, al sol, en aquel banco. Era un parque cualquiera, descuidado, a el parecía darle igual. Había niños jugando cerca y gente que pasaba a su lado sin reparar en él, o simplemente no queriendo verlo. No sé porque pero crucé la calle, entre en el parque y me senté a su lado, cerca de su cartón de vino. Él ni se inmuto. Con disimulo y de reojo trate de observarle de cerca. Tenia el pelo largo, canoso, peinado hacia atrás, húmedo, una larga y espesa barba cubría sus mejillas, su piel era la corteza de un viejo roble. Y para mi sorpresa olía a vino, tabaco y Heno de Pravia, no olía mal, pero era peculiar. Su mano izquierda reposaba en una apretada bolsa de viaje, su mano derecha, sobre su pecho, sostenía un cigarrillo negro con un largo cenizote a punto de caer. Abrigado con un viejo plumas, el cuerpo echado hacia atrás y las piernas cruzadas, miraba con los ojos entreabiertos hacia algún punto fijo que creí identificar como la cornisa del edificio de enfrente.
El calor del cigarrillo en los dedos lo despertó de su letargo. Se incorporo perezosamente y sin mirarme, con una voz rota me pregunto serenamente: ¿Por qué te has sentado aquí?, ¿qué quieres? ; No quiero nada, conteste, es que a la sombra hace frío. Al cabo de un instante en el que pareció reflexionar dijo: El calor es bueno, me gusta el calor, siempre lo he buscado, pero a veces es difícil de encontrar, no siempre vale una estufa ¿sabes?... ¿Por qué te has sentado aquí? volvió a preguntarme, hay otros bancos vacíos, dijo. Sin saber muy bien que decir respondí: No sé, simplemente me senté aquí... A ver que pasaba, me interrumpió él. Si, más o menos, le dije. Después de un silencio entre ambos con el fondo de una lejana sirena de ambulancia dijo: La gente no suele sentarse al lado de los mendigos, yo llevo cuatro años en la calle y es la primera vez que me pasa, ¿seguro que no quieres nada?. Seguro, le conteste, solo estar aquí sentado. De todas formas, aunque quisieras algo lo siento, no tengo nada. Nada de nada, hoy he vivido aquí, mañana puedo estar bajo un portal tres calles mas abajo. Bueno si, puedo ofrecerte vino ¿quieres? dijo alargando el cartón hacia mí. No no, gracias conteste. Bueno pues dame un cigarro, me dijo, echando un trago. Saque un paquete casi entero y se lo di, cogió un cigarro y me lo devolvió. No, quédese con el por favor. Vaya, contesto, hoy es un día de suerte, sol, tabaco, conversación... Me miro por primera vez, casi sonriendo, y fue cuando pude ver por encima de sus cicatrices, sus profundos ojos azules.
Seguro que tiene algo, le dije. A si... ¿Y que crees tu que puedo tener?. Una historia, conteste, su historia. Todo el mundo tiene una, me dijo, unos buena, otros mala, otros triste, otros normal... Se sabe como empiezan no como acaban. Tras unos instantes de silencio, bajo el rumor del trafico, le pregunte: Pero, ¿usted porque vive así, solo, en la calle?. Se volvió hacia mí, sonriendo, y dándome unas palmaditas en la rodilla me dijo: Yo, por amor hijo, por amor.
Se puso en pie, recogió sus cosas, anduvo unos metros, se detuvo, se volvió hacia mí y diciéndome adiós con la mano dijo: Gracias.
Me quede allí un rato, viéndolo alejarse confundido en el crepúsculo de la ciudad, pensando en el amor.
2 comentarios:
Pedro, no es cierte que nadie te dijese si le gustan tus cuentos o no, a mi me encantan tus cuentos y los sabes. Un besazo.
Bueeeno, es verdad,a ti si te gustan y me lo dices, muchas gracias, te prometo uno nuevo, pero con tu colaboracion especial,ya sabes.
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